Ankor

Hace miles de años las fuerzas oscuras se apoderaron de la Humanidad. Hombres egoístas y corruptos que llevaron a los pueblos a la violencia y a la decadencia. El Mal y la Injusticia hacían descender la estrella de los Hombres hacia los oscuros abismos de un ciclo bañado en las turbias aguas del olvido de todo lo puro y bueno.

Pero, a pesar de todo, en algunos lugares de la Tierra, aun quedaban viejos fuegos que ardían en el Alma de los Sabios Guardianes de la antigua llama de los Misterios.

Hacia mucho, mucho tiempo que la gran Atlántida había caído; tanto, que ya nadie recordaba cuando. Ni siquiera se estaba muy seguro de si había sido un suceso real, o solo un mito propagado por los antepasados. Solo algunos sabían de cierto que aún quedaba un resto del antiguo esplendor; que la isla que todos conocían como Poseidonis era un retazo, pequeño e insignificante, de lo que alguna vez había sido aquel gran continente.

Aun menos sabían que también Poseidonis estaba amenazada de muerte, que las fuerzas de la Naturaleza confabulaban en las profundidades para hacer temblar de nuevo aquella tierra tantas veces castigada por los fuegos subterráneos.

En la soledad de su corazón, el Sabio rey de Poseidonis, sabía estas cosas y más...

Sabía que el fin de su civilización era inminente, que la guerra entre las fuerzas de la luz y la oscuridad esta vez llegaría hasta sus últimas consecuencias. Sabía que, ya que el presente estaba condenado, había que salvar el futuro de la Humanidad, la semilla de todo lo que de bueno y sabio había en el Hombre.

Mientras lejanamente sonaban los proyectiles estallando en la furia de su fuego destructor, el sabio Rey meditaba las últimas decisiones que tomaría antes que, su aun muy joven hijo, fuera víctima de esta sangrienta y terrible batalla que destruía a su paso, como dragón enfurecido, todo lo que quedaba de la hermosa ciudad.